Publican ensayos, narrativa y poesía a bajo costo: ningún libro supera $4.000
Tras un intento fallido por resucitar la firma en los 90, a comienzos de la década del 2000 un grupo de militantes creó una casa editora de fuertes vínculos con el mundo social.
En 1989, el ex gerente general de la legendaria editorial Quimantú, Sergio Maurín, volvió a Chile desde el exilio. Habían pasado 16 años desde su salida de la editorial estatal creada por la Unidad Popular que democratizó el acceso a los libros con la publicación de casi doce millones de ejemplares, y Maurín llegó con ganas de resucitar aquella empresa.
Puso manos a la obra y una de las primeras cosas que hizo fue ir al registro de marcas. Y como estaba disponible, la registró a su nombre, por diez años.
“La idea era constituirla como sociedad anónima y sacarla en grande, partiendo con diez títulos, cinco reediciones de libros quemados y prohibidos de la empresa madre y otros cinco nuevos de alta importancia”, recuerda Maurín.
El socialista aprovechó una reunión de recibimiento de varios amigos de la antigua editorial para exponerles el proyecto e invitarles a participar. La idea fue recibida con entusiasmo. “Señalaron que todos comprarían acciones y estaban seguros que la de mayoría de trabajadores de Quimantú se incorporarían a la tarea”.
Maurín también logró involucrar a Moy de Tohá, viuda del ministro José Toha y también ex integrante de la editorial, quien comenzó a promoverlo. “Consiguió el apoyo entusiasta de Gabriel García Márquez de cedernos los derechos sobre un libro y también los apoyos de Fernando Alegría y José Donoso”, recuerda Maurín, quien también logró conseguir financiamiento.
“Pero había que terminar un estudio de mercado que estaba realizando gente de Quimantú. Estaban en diversas imprentas, había vendedores de libros, encargados de librerías, contacto con distribuidoras y gente de la Cámara del Libro y otras actividades relacionadas”, dice Maurín. Y fue entonces que el globo empezó a desinflarse.
“La situación era desastrosa. La red de librerías era minúscula, la venta de libros exigua, las librerías encargaban uno o dos ejemplares de un libro y sólo lo reponían cuando alguien lo pedía. Se había perdido el gusto por la lectura”, lamenta.
No sólo eso. “Los costos en general eran altos. El papel salía más barato importarlo, lo que significaba mayor inversión. El montar partes del proceso de impresión en taller propio que permitiera bajar costos significaba una fuerte inversión que los tirajes limitados hacía incosteable”.
Para Maurín, no era el momento de enfrentar la tarea. “Podíamos reunir el capital inicial, pero la empresa iría al fracaso. Desistí de la aventura por que debíamos responder a los accionistas. Luego de explicar la situación postergamos la idea para tiempos más propicios”.
Nueva editorial
Fue así como pasó una década. En aquella época, en un colectivo de militantes sociales ligados a la izquierda extraparlamentaria que hacía la revista “Perro Muerto”, surgió la idea de hacer una editorial alternativa y popular, según recuerda la periodista Siujen Chiang, miembro histórico junto al dueño de imprenta Mario Ramos y su esposa, la diseñadora Lucía Paz.
El nombre de Quimantú surgió como una buena alternativa cuando consultaron en el registro de marcas y se enteraron de que estaba vacante, tras lo cual procedieron a inscribir la marca en el año 2000.
Su primera obra sería lanzada en noviembre de 2001: la Agenda del Che 2002. Hasta el momento ya han publicado más de 70 títulos. “Empezamos con poesía, algunos testimoniales y al tercer año con libros políticos”, señala Chiang, quien destaca que al comienzo sólo había ganas de publicar, ya que nadie tenía experiencia editorial. “De alguna forma todos nos formamos en la Quimantú al respecto”, añade.
Además de autores nacionales –han publicado al cuequero Mario Rojas, entre otros- también poseen una fuerte vocación internacional. Por eso cuentan con autores como el uruguayo Raúl Zibechi (“que nos abrió muchas puertas fuera de Chile”), el ecuatoriano Pablo Dávalos y el escritor y cantante vasco Asel Luzarraga. Éste último estuvo detenido en un controvertido proceso judicial en medio del conflicto mapuche en el sur de Chile y que cuenta su experiencia en “Los buenos no usan paraguas”.
Según Chiang, desde el principio la idea fue tener un catálogo con una línea política de izquierda en consonancia con el espíritu de la vieja Quimantú, con quien además comparte la política de bajos precios (los libros valen entre mil y cuatro mil pesos).
A eso se suman características propias, como una distribución alternativa. Los libros se venden en algunas librerías de Santiago, Valparaíso y el sur de Chile, además de las ferias que la editorial organiza una vez al año, el “Yo me libro”, que en agosto pasado se realizó en la plaza Bogotá del barrio Matta.
Además estuvieron en la segunda versión de la Primavera del Libro, una feria de editoriales alternativas que se realizó del 17 al 20 de octubre en el parque Balmaceda de Providencia.
Esta distribución alternativa –que ha dificultado la visibilidad de la editorial- no ha sido una opción voluntaria. En Quimantú comentan que colocar sus libros en las librerías tradicionales –como hicieron en un comienzo- dispara el costo de los mismos en hasta 100% y dificulta el acceso al público de Quimantú, porque un libro que venden a cuatro mil pesos se vende a diez mil.
Otra característica es el trabajo colectivo. Cuando llega un libro, por lo general todos sus integrantes revisan los manuscritos y deciden en conjunto si se publica o no. Este trabajo colectivo también se aplica a grupos externos, como el colectivo de profesores Diatriba. La relación fluida con diversos grupos de las poblaciones y estudiantes –por lo general ausentes de los medios masivos y críticos del Chile actual- es un sello de esta editorial. Esto mismo se aplica a sus relaciones con grupos del exterior, como los piqueteros de Argentina.
Autonomía
Ramos destaca que la editorial ha sido una forma de inserción “con autonomía” en la sociedad chilena de ex militantes como él –proviene del MIR- que al volver del exilio en los 90 “sin dinero, sin títulos, sin cargos” rechazaron invitaciones para ingresar a la Concertación por convicciones ideológicas personales.
Tras desempeñarse como artesanos en Argentina, en Chile comenzaron por hacer un curso de diseño gráfico porque su idea siempre fue “seguir siendo autónomos” y se metieron en el mundo de la imprenta “por necesidad”.
La idea de la autonomía es clave, según Chiang, que agrega que la editorial ha optado por no depender ni de aportes públicos ni empresariales. “Nos cuesta más”, admite. “En general todo se hace más por una red humana de apoyo, más que por que haya plata. Pero nos da mucha libertad para publicar”.
La periodista da como ejemplo el caso del libro “Construyendo Población: Hallazgos y testimonios de la población Boca Sur” (2008). Chiang cuenta que los autores de ese libro habían postulado a un fondo, se lo habían ganado, y que cuando las autoridades se dieron cuenta del contenido del libro, le exigieron sacar partes del libro. Y ante su negativa, decidieron quitarles el fondo, con lo cual el libro finalmente terminó editándose en Quimantú.
“La libertad que tenemos nos permite publicar lo que queremos”, dice Chiang. “Nos podemos meter en temas super peludos, en que otras editoriales no se meten porque no venden o no les interesan. Obviamente nosotros queremos que el proyecto subsista económicamente, pero no es una prioridad absoluta. Cuando no ha habido lucas, ha habido muchas ganas de la gente y las cosas han resultado igual”.
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