Amigos y amigas:
A pocos días de las elecciones municipales, la preocupación de los candidatos, del gobierno, de los partidos políticos, de los analistas y cientistas político-sociales, se está centrando angustiosamente en el llamado de “un grupito de estudiantes” a no concurrir a votar.
Pareciera que el “gran enemigo” es quien no asistirá el domingo 28 al torneo electivo. ¿Por qué tanta preocupación de la clase política?, ¿qué temen…?
Los datos oficiales (y también oficiosos) son claros: más de cuatro millones de chilenos estaban voluntariamente fuera del sistema electoral: había decidido soberanamente no inscribirse en los registros de votantes. Pero no sólo este dato “duro” alimentó el análisis de cientistas sociales e ingenieros de la política. La abstención, el voto nulo y el voto en blanco mostraban tendencias negativas para la legitimidad del sistema. Es decir, cada torneo electoral, con más o menos intensidad, exhibía guarismos preocupantemente crecientes de un “no deseo” de ser partícipe (¿?) de un modelo de democracia que (a todas luces) no satisface a buena parte de la población (elector o no) chilena.
La poliarquía (entendida como sistema político) se inquietó por este alejamiento electoral. Buscó argumentos y formulas de recomposición del sistema. En múltiples reuniones (abiertas y cerradas) de todos los agentes políticos apostaron a construir una fórmula que les diera tranquilidad y posibilidad de seguir vigentes.
Así fue como arribaron a la más anti-democrática de las recetas para salvar el sistema: inscribir automáticamente (eufemismo de obligatoria) a los chilenos y chilenas en un sistema que a todas luces está haciendo aguas. Un mínimo rubor los asistió al momento de consensuar y por ello no hicieron obligatoria la votación. Lo contrario habría significado hacer a los chilenos ciudadanos por decreto y violentando su soberanía.
Dijimos que la inscripción automática era un eufemismo de obligatoria porque cualquier decisión político-electoral (y el inscribirse en el registro electoral lo es) debe avalarse en el ejercicio libre y soberano de la voluntad del individuo. Al momento de pasar a formar parte automáticamente del contingente de electores se violentó la más básica de las virtudes que debe tener una democracia: respeto a la voluntad de las personas. Esta es una de las múltiples razones del por qué no participar del torneo electoral.
Nos acusaran (ya lo hacen) que si no votamos no tendremos derecho a reclamar. Hoy tampoco tenemos ese derecho. Hay diputados (como el señor Auth) que dicen “mandarse solos” y por tanto no están dispuestos a respetar la opinión de quienes son sus electores. Con esa lógica difícilmente el sistema puede ser representativo y democrático.
Razones y no sólo pasiones.
Abstenerse de votar hoy no tiene (necesariamente) la misma connotación del ayer lejano. El rechazar darle (¿prestarle?) un poquito “así” de legitimidad a un sistema, nacido de la espuria Constitución pinochetista, no es atentar a la democracia o ser anarquista. Decir “NO” a las elecciones, a éstas elecciones, no es resucitar consignas añosas (“No a la elección, Si a la revolución”)
No participar de las elecciones es saberse soberano y actuar como mandante del andamiaje político-institucional. Y no estamos hablando de ninguna teoría revolucionaria, ni nada por el estilo. Solamente estamos enmarcando nuestra reflexión en la lógica de la Revolución francesa. Aquí no hay nada (o quizás un poquito) de análisis marxista, socialista, leninista, anarquista u otros que propenden a la “perturbación del orden”.
Creo que quienes no votaremos, estaremos denunciando la perturbadora historia de la clase política chilena desde la década del noventa en adelante.
Estaremos rechazando la hipocresía de hacer “justicia en la medida de lo posible”.
Estaremos impugnando la privatización del agua y la enajenación de las riquezas marinas. Estaremos refutando la privatización (encubierta) del cobre. Estaremos denunciando la amnesia de no pagar la “deuda social”.
Estaremos rechazando la actitud cómplice del Estado con el Banco Chile por la llamada deuda subordinada. Estaremos objetando las coimas, los sobresueldos, los sobreprecios, los perdonazos impositivos, las licitaciones amarradas y el abuso histórico con el pueblo mapuche. Estaremos rechazando la falsedad de la LEGE. Estaremos impugnando la precariedad del sistema de salud. Estaremos refutando el actual concepto de previsión social porque es una fábrica de pobres. Estaremos boicoteando la consagración del lucro
La lista de razones para no votar es infinita. Pero con las ya mencionadas basta y sobra para no votar este domingo.
Muchas gracias por haberme prestado atención,
Carlos Sandoval Ambiado
Profesor de Historia y Geografía
Magister en Educación
Doctor en Historia
Santiago, 23 de octubre de 2012
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